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Gobierno del Estado de Oaxaca

Aniversario de la muerte de Benito Juárez.

18 de julio, 2017
Comunicación Social
Benito Pablo Juárez García nació el 21 de marzo de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Sus padres fueron Marcelino Juárez y Brígida García. Quedó huérfano a los tres años y al cuidado de su abuela, Justa López. Ayudó a su tío como pastor, quien le enseñó castellano. En 1818, al perder una oveja, por temor al castigo, se trasladó a la ciudad de Oaxaca a vivir con su hermana Josefa, sirvienta en la casa de la familia Maza. Patrocinado por el fraile franciscano Antonio de Salanueva, ingresó al seminario Conciliar y después al Instituto de Ciencias y Artes, para estudiar derecho.
En 1831, inició su carrera política como regidor del ayuntamiento de Oaxaca. Se tituló como abogado en 1834. Fue maestro, rector y diputado local; desde este último cargo, propuso confiscar las propiedades de los herederos de Hernán Cortés.
En 1843, se casó con doña Margarita Maza, hija de la familia que lo acogió en su niñez y con la que procreó ocho hijos.
Entre 1844 y 1847, fue sucesivamente juez civil y de hacienda, diputado federal y secretario de gobierno en Oaxaca.
Tomó posesión como gobernador de Oaxaca el 2 de octubre de 1847 y prohibió a Santa Anna el paso por su estado por el desastre de la guerra con Estados Unidos. Suprimió las alcábalas, estableció una casa de moneda e introdujo un sistema de rotación de cultivos; reorganizó al poder Judicial y multiplicó las escuelas públicas; inició la construcción de caminos y fundó sucursales del Instituto de Ciencias y Artes. Al término de su periodo, dejó un pequeño superávit en la hacienda pública. Al finalizar su gubernatura, regresó al Instituto de Ciencias y Artes como su director.
Durante la lucha entre liberales y conservadores, en mayo de 1853 Santa Anna envió a Juárez prisionero a San Juan de Ulúa, luego a La Habana y de ahí se le deportó a Nueva Orleáns, donde para sobrevivir trabajó en un taller de imprenta y como torcedor de tabaco. Ahí consolidó sus ideas liberales y su acercamiento con personajes como Melchor Ocampo, José María Mata y José Guadalupe Montenegro, también exiliados.
Al proclamarse el plan de Ayutla, Juárez volvió a México en julio de 1855 y sirvió como escribano en el cuartel del general Álvarez, jefe de la insurrección contra Santa Anna. Álvarez lo identificó y lo nombró su consejero político.
Al triunfo de la revolución de Ayutla, Juárez fue secretario de Justicia e Instrucción Pública, cuando el presidente Juan Álvarez expidió la Ley de Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorios, que suprimía los fueros eclesiásticos y militares y establecía la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, conocida como Ley Juárez, el 22 de noviembre de 1855.
En 1856 tomó el cargo como gobernador interino de Oaxaca. Un año después, ya jurada la Constitución de 1857, durante el gobierno de Comonfort, fue Secretario de Gobernación y después fue electo Presidente de la Suprema Corte de Justicia.
El Papa Pío IX condenó la nueva Constitución y en diciembre de 1857; el general Félix Zuloaga demandó la convocatoria de un nuevo congreso constituyente y el presidente Comonfort lo apoyó, porque tenía dudas de si se podía gobernar con la nueva Constitución.
El 18 de diciembre de 1857 asumió la Presidencia de la República interinamente, por ministerio de ley y en ausencia de su titular Comonfort, quien abjuró la Constitución de 1857. Comonfort ordenó su aprehensión, pero después lo puso en libertad, cuando Zuloaga lo desconoció y se proclamó Presidente. Juárez estableció su gobierno legítimo en Guanajuato, el 18 de enero de 1858, mientras Zuloaga instaló un gobierno conservador paralelo en la capital. A partir de entonces, Juárez ocupó sin interrupción el cargo de Presidente de la República durante  más de 14 años, hasta su muerte.
Juárez fue nombrado Presidente Constitucional en 1861. Decretó la libertad de imprenta, secularización de hospitales e instituciones de beneficencia, reglamentación de la instrucción pública, que junto con las anteriores Leyes de Reforma constituyen la revolución cultural más trascendente del siglo XIX mexicano. Además, ordenó la expulsión del nuncio papal Luis Clementi y de los embajadores de Guatemala y de España que habían apoyado a los conservadores.
Enfrentó las gavillas terroristas a que se redujo el ejército conservador, que hostilizaba a las fuerzas liberales y asesinaron a sus personajes destacados, como Leandro Valle, Melchor Ocampo y Santos Degollado. Asimismo, trató de conciliar los conflictos entre los propios liberales que ocasionaron renuncias e inestabilidad en el gobierno; también luchó contra la desobediencia civill que convocaba el clero.
Juárez se vio obligado a autorizar el desembarco condicionado de tropas extranjeras, en diciembre de 1861, pero el 25 de enero del año siguiente expidió una ley que estableció la pena de muerte para los extranjeros invasores del territorio nacional y para los mexicanos que auxiliaran a sus tropas.
El 15 de mayo de 1967, se rindió Maximiliano en Querétaro, fue sometido a juicio y condenado a muerte el 14 de junio siguiente. Juárez se negó a perdonarle la vida, a pesar de que intelectuales mexicanos y extranjeros se lo pidieron. Respondió que aplicaba la ley del 25 de enero de 1862 y que no había sido él, sino el pueblo, a través de las instituciones republicanas, el que lo había condenado a la pena máxima. Dijo a los defensores de Maximiliano después del juicio: “Al cumplir ustedes el cargo de defensores, han padecido mucho por la inflexibilidad del gobierno. Hoy no pueden comprender la necesidad de ella, ni la justicia que la apoya. Al tiempo está reservado apreciarla”. Maximiliano fue fusilado el 19 de junio siguiente, en el Cerro de las Campanas, Querétaro
Juárez mantuvo la libertad de prensa, a pesar de que él mismo y sus ministros fueron víctimas de artículos y caricaturas satíricas que lo ridiculizaban. Asimismo, en 1870, decretó una amplia amnistía que permitió el regreso al país hasta de su enemigo jurado, el arzobispo Pelagio Labastida. Reconoció los compromisos de Maximiliano con respecto al ferrocarril México-Veracruz y el Banco de Londres, México y Sudamérica.
Cuando Díaz estaba a punto de ser completamente derrotado, el presidente Benito Juárez García murió en el ejercicio del poder, por angina de pecho, el 18 de julio de 1872, a las 11:30 de la noche. Comenzó a sentirse mal dos días antes; sufrió algunas crisis, pero siguió atendiendo asuntos de estado; recibió al ministro de Relaciones y al de la Guerra horas antes de su fallecimiento.
El novelista leonés Eduardo Antonio Parra (Juárez, el rostro de piedra), al imaginar sus últimos momentos, escribió: “Tu unión con el país ha sido provechosa, Pablo, Juárez y México constituyen una buena fórmula. Ahora ya puedes irte, con la confianza de que tu espíritu siempre flotará sobre tus compatriotas a modo de referencia, semejante a una brújula, indicándoles el mejor camino para seguir tus pasos.”
Así murió quien en vida había sido declarado “Benemérito de las Américas”, por las repúblicas de Colombia y Dominicana. Su cadáver fue llevado a Palacio Nacional. De ahí partió el cortejo fúnebre, el día 23, hacia el Panteón de San Fernando. El Monitor Republicano publicaba: “Fue más fuerte que su destino”.
Fuente: SEP